El término "fetiche" todavía viene cargado de culpas impuestas y un aire de misterio innecesario. Despejemos el humo: un fetiche no es una "patología" que debas esconder bajo la alfombra; es, simplemente, una manifestación especializada y legítima de tu cableado erótico. Es esa chispa particular que enciende tu motor sexual de una manera única y potente.
Históricamente, la sexología ha tendido a etiquetar como "desviación" todo aquello que se sale del guion reproductivo o coital tradicional. ¡Basura! En un contexto de sexualidad adulta, libre y consensuada, tu fetiche es una preferencia, no una enfermedad. Es una herramienta de placer personal, y punto. La clave es movernos del juicio a la celebración del propio gusto. Cuando te permites explorar y nombrar lo que te excita, abres la puerta a un placer mucho más auténtico e intenso.
La gran pregunta que siempre surge es: ¿cómo diferencio un simple gusto de un verdadero fetiche? La línea es clara si sabes dónde mirar. Un gusto es algo que te añade placer, que te resulta atractivo, que disfrutas si está presente, pero puedes funcionar perfectamente sin él. Por ejemplo, te gusta que tu pareja use cuero, pero si viene desnudo y sin cuero, la erección no se ve comprometida. Un fetiche, en cambio, es un requisito indispensable para alcanzar la excitación o el orgasmo. No es un bonus, sino el interruptor principal. Sin la presencia (real, imaginada o sustituida) del objeto o la situación fetichista, la respuesta sexual se ve bloqueada o significativamente disminuida. Esta necesidad perentoria es lo que lo define.
Identificar esta brújula interna de excitación requiere de honestidad brutal y de auto-observación sin censura. Pregúntate: ¿Qué fantasía se repite constantemente en mi mente? ¿Qué elemento específico –ropa, material, escenario, parte del cuerpo que no son los genitales– tiene que estar ahí para que me ponga duro o me corra? No te avergüences de la respuesta. Tu mente es el músculo sexual más grande, y lo que te excita es información valiosa sobre ti. Al reconocer tu fetiche, estás tomando el control de tu mapa del placer. Estás diciendo: "Esto es lo que necesito, y lo voy a buscar de forma sana y consensuada".
Recuerda siempre: Tu fetiche, tus reglas. Mientras el disfrute sea mutuo, consensuado y no dañino, estás operando en un territorio de libertad sexual admirable. Tu deseo oculto es, de hecho, tu poder sexual revelado. Abrázalo. Úsalo. Disfrútalo sin remordimientos.