El vello corporal en bañador no solo es natural, también puede ser profundamente erótico. En la playa o en la piscina, nuestros cuerpos hablan, y el vello es parte de ese lenguaje masculino que muchos disfrutamos mirar, tocar y sentir. No hay una sola forma correcta de llevarlo, lo importante es cómo lo habitamos. Un torso con pelos al sol, un pubis apenas contenido por una trusa, o unas piernas cubiertas de vello mojado pueden ser una invitación al deseo, sin necesidad de afeitar, recortar o esconder.
Cada decisión sobre nuestro vello corporal es una afirmación de placer y libertad. Algunos preferimos recortar solo un poco para resaltar los músculos; otros nos lo dejamos completamente al natural porque amamos esa sensación cruda, auténtica, animal. También están los que eligen rasurar ciertas zonas para destacar otras: una línea pélvica marcada, unos glúteos suaves que contrastan con un pecho peludo. Todo vale, siempre que sea porque nos gusta a nosotros.
El bañador, entonces, no tapa el vello: lo enmarca. Un jockstrap en la playa puede dejar ver un rastro pubiano que nos delata, una trusa ajustada puede insinuar más de lo que cubre. No tenemos que “ordenar” el cuerpo para gustar, sino mostrarlo con ganas. El vello puede ser un accesorio de seducción tan potente como cualquier prenda fetish.
Al final, se trata de mirarnos entre hombres con deseo y sin censura. Nos excitamos con cuerpos reales, con texturas, con aromas. El vello corporal nos conecta con lo instintivo, con lo masculino, con lo que no se domestica. Llevémoslo con orgullo bajo el sol, con el bañador que más nos caliente, y con la libertad de ser quienes somos sin pedir disculpas por ello.